En general, el mercado de bonos respecto al mercado bursátil suele tener rendimiento inverso, por lo que invirtiendo simultáneamente en ambos se diversifica el riesgo a largo plazo de cualquier cartera tipo. El mercado de divisas, por el contrario, se mueve de forma independiente y de esta forma ciclos bursátiles alcistas pueden aprovecharse para conseguir excesos de rendimiento sobre índices o en ciclos bajistas pueden tomarse posiciones defensivas comprando divisas con fuerte potencial de revalorización.
 
Poniendo un sencillo ejemplo, durante el gran rally bursátil alcista de la década de los 90, el dólar se apreció notablemente con respecto a todas las divisas de referencia como la peseta o libra esterlina. Tras la burbuja "dot com" y los atentados del 11-S, por el contrario, el dólar se empezó a depreciar en relación al euro, dólar canadiense o al franco suizo, cambiando su tendencia de largo plazo en relación a todos estos cruces. En los últimos años, divisas como la australiana, asociada a una economía robusta tanto por sus tasas de crecimiento los últimos años, como por su modelo productivo sostenido, podrían haberse aprovechado en su cruce contra el euro o el dólar.